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Publicado el: 01/10/2012
El vino turista foto_noticia

Una bodega de la zona Este de Mendoza ya está en condiciones de poner en el mercado el vino turista, mientras otras cinco están a punto de elaborarlo. Terrenal, en sus dos versiones bivarietales, un syrah-bonarda y un chenín-ugni blanc. Los referentes de Cersa (La Añorada), Agroindustrias Carricondo, bodegas Don Alejandro, Don Antolín y bodega Solar Mayor prevén fraccionar 5 millones de litros que llegarán a las mesas a $ 25, aunque saben que el marco legal les permite duplicar ese volumen llegado el caso. El retorno del vino turista a las mesas de los restaurantes puede significar un hecho más que interesante, más aún cuando se han fijado normas de estricta calidad.
Si bien nunca existió una norma legal que prohibiera su comercialización, el vino turista, que se implementó a través de una ley nacional en la década del 70, dejó de estar en las mesas de los restaurantes. Muy pocos pueden señalar con certeza cuáles fueron los motivos de aquella decisión del sector gastronómico -y también de los consumidores- aunque, al decir de algunos representantes de la industria, la disminución de la calidad en los productos que se ofrecían podría ser uno de ellos.
Así entonces, la decisión del Instituto Nacional de Vitivinicultura, de “aggiornar” aquella ley nacional de establecer que en los restaurantes debe existir una oferta de ese tipo de vinos pero fijando expresos contenidos de calidad, puede constituir un hecho valioso para que el vino vuelva a ser la principal bebida que acompañe a las comidas en los establecimientos gastronómicos.
Es común escuchar que, cuando la gente concurre a un restaurante, lee la carta de comidas por la columna de la izquierda -donde figuran los platos- y la de los vinos por la columna de la derecha, donde figuran los precios. Es más, en muchos de los casos los comensales se vuelcan hacia bebidas sustitutas en razón de que los vinos que se ofrecen en algunos casos aparecen como inaccesibles. Esa situación se profundiza en la Argentina porque, a diferencia de otros países, como España, en nuestro país no se permite la venta de vino fraccionado porque se trata de evitar adulteraciones o estiramientos.
La nueva norma fijada por el INV establece que la elaboración del vino turista será voluntaria para las bodegas, que pueden adherir o no a la iniciativa y deben registrarse convenientemente y obligatoria para los restaurantes, aunque este último aspecto generó algunos planteamientos, por lo que debió alcanzarse un acuerdo comercial sobre los márgenes de ganancias.
Otro de los aspectos interesantes se centró en que se fijó la existencia de dos tipos de vino turista, uno genérico y el otro varietal, con distintos precios. Para asegurar la calidad se conformó una comisión encargada de evaluar los productos y también se habilitará un 0800 para que los propios consumidores puedan denunciar cuando esa calidad no responda a las exigencias establecidas.
Según se indicó, hasta el momento han sido 5 las bodegas -todas de la zona Este- que se han inscripto y que están a punto de elaborar el vino turista, mientras otras -más de 10- de Mendoza, Salta y Neuquén y algunas de ellas importantes, están trabajando en la fase de investigación y análisis de costos, en la intención de avanzar con sus propios proyectos.
Al decir de los propios industriales, el consumo de vinos en los restaurantes no resulta significativo si tomamos en cuenta el global del país, pero no es menos cierto que su implementación permitirá fortalecer al vino frente a otras bebidas en el consumo posterior.
Muchos de los bodegueros que han implementado el funcionamiento de restaurantes en sus establecimientos industriales suelen señalar que no adoptan la iniciativa como un negocio más, en razón de que el verdadero negocio es el vino, sino con el afán de reafirmar la marca en el consumidor.
En su momento, el vino “reserva” había ganado un reconocido prestigio pero, por errores cometidos por la propia industria, aquella denominación se devaluó. Luego de años de trabajo, el término reserva ha vuelto a recuperar aquel prestigio. Es de esperar que algo similar suceda con el “turista” y esos vinos vuelvan a aparecer en las cartas de los restaurantes. Cabe aquí una doble responsabilidad. De las bodegas, en elaborar un caldo que resulte convocante y de las autoridades en mantener el control y las exigencias para que el consumidor no se sienta defraudado.

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